El pasado domingo 11 de julio el mundo se despertó con gran expectativa para descubrir quien alzaría la copa de campeón del mundo. Holanda y España disputarían una cerrada final que terminaría con el país ibérico ganando por la mínima. La Copa Mundial de la FIFA fue un fenómeno que afecto directamente a la sociedad, en cada partido se llenaban los bares para que los espectadores gritaran al ritmo de un balón, por 31 días un gran número de personas adaptó su rutina al horario de los partidos. Sin embargo, se debe notar el carácter sedante de este campeonato, las personas sólo se interesaban en los resultados de cada juego y olvidaban la crisis –tanto económica como ambiental- que está pasando nuestro planeta. Este Mundial dejó claro el gran negocio que es, la venta de entradas y mercancía alcanzan cifras millonarias, ejemplo de esto es que Disney adelantó la salida del DVD de su película “Alicia en el país de las maravillas” para que no compitiera con este titánico campeonato.
Nuestro sistema está formado por una pirámide en cuyo ápice se encuentran los empresarios que sólo buscan la ganancia a toda costa. Por esta razón pudimos observar a lo largo del campeonato cómo el sector comercial jugaba con nuestro (ahora) dormido razonamiento para hacernos caer en su trampa para ganar más dinero. Los medios de comunicación nos bombardeaban con pautas relacionadas con el mundial: todos los anuncios de supermercados tenían como elemento decorativo un balón de futbol, los restaurantes le agregaban el adjetivo “mundialista” a sus platos, toda la programación de los canales de televisión era de índole deportiva (con deportiva me refiera a SÓLO futbol), hasta llegar al punto de que una universidad de dudosa reputación incitaba al público a “hacer la mejor jugada” al escogerla como centro de formación. Sudáfrica 2010 parecía una competencia para ver quien se dejaba más ganancias, en algunos momentos parecía que los eventos deportivos pasaban a un segundo plano para que los patrocinadores del campeonato se promocionaran ante todo el globo. El Mundial (junto con el Día del Padre) fue recibido como una fiesta por los almacenes de electrodomésticos; todos ellos vendieron una cantidad de televisores impresionante para que los espectadores “pudieran ver los partidos en alta definición”, pero este descabellado ditirambo televisivo tenía intensiones más siniestras. Una muy reducida porción de la población conoce acerca del cambio de transmisión analógica al sistema digital, este es un proceso que se está realizando en todo el mundo, lo que implica que cada país debe escoger un sistema de transmisión, para esto existen cinco sistemas de transmisión digital: el americano, el europeo, el chino, el japonés y el brasileño. En Costa Rica se realizaron muchas pruebas que llevaron a la decisión de escoger el sistema brasileño de transmisión, esto se debió entre muchas razones a las características geográficas del territorio. Los televisores que se han vendido hasta el momento están adaptados al sistema americano lo que significa que para funcionar, cuando se realice el cambio en el país, tendrán que utilizar un aparato convertidor que implica un costo adicional. El Mundial fue la excusa perfecta para que estos almacenes vendieran la “basura que ya no les servía” para luego traer televisores ya adaptados al sistema escogido. Fuimos testigos de cómo los consumidores fueron estafados por estas empresas ya que nunca advertían que en un futuro se tendría que comprar otro mecanismo para que el televisor funcionara. Pareciera que el Campeonato Mundial era tan sólo una estrategia de mercadeo para que las empresas vendieran más, esa “distracción” que ocasionaba permitió dejarnos vulnerables para que se aprovecharan de nosotros.
Resulta interesante analizar el carácter de droga que presentaba este campeonato, generaba una gran adicción hacia cada juego, era necesario ver un juego todos los días. Pero lo verdaderamente nocivo no era el hecho de que generara un gran fanatismo entre la población sino que nos “idiotizara” hasta el punto de que se aprovecharan de nosotros sin darnos cuenta (como ya lo repasamos en el párrafo anterior). Esto nos demuestra la necesidad de distracción que tienen las personas; nuestro sistema no da cabida para que tengamos tiempo de dispersión ya que tenemos la etiqueta de “máquinas generadoras de dinero”, el concepto de “tiempo de ocio” se ha desnaturalizado hasta el punto de darle un significado de tiempo “perdido”, mientras que en ese tiempo podríamos realizar actividades muy productivas. Es por esto que cuando aparece un evento que brinda la oportunidad de gritar, brincar y hasta llorar, se llega a idolatrarlo, provocando una apoteosis del futbol. Parece que disfrutamos tanto de ese estado de letargo mental que cuando acabó la Copa Mundial se produjo un hueco en nuestra cotidianidad, ya que organizábamos toda nuestra agenda social con el Mundial como punto de rotación. Creo que la humanidad alcanzó un Record Guinness al pasar drogada por 31 días a causa de un campeonato deportivo que abrió la posibilidad de que nos explotaran, nos humillaran y se burlaran de nosotros.
Es lamentable observar cómo la Copa del Mundo 2010 obligó a un país como Sudáfrica a invertir sus recursos en estadios y complejos deportivos mientras que gran parte de su población muere de hambre. ¿Albergar un evento de índole mundial o dejar que se pudra la población? Considero que esta pregunta resulta cínica al sólo formularla, pero se decidió por el camino de endeudarse para que al final compañías transnacionales se lleven todo el dinero. Cuando acabó el Mundial no se sabía que iba a pasar con esas monstruosas estructuras que albergaron los juegos, fue una cruel ilusión este campeonato para el pueblo sudafricano pues no solucionará sus problemas económicos. Las sonrisas que le regalaban los niños nativos a las cámaras de televisión se esfumaran cuando la realidad les vuelva a abofetear la cara y los obligue a luchar por algo de comer. “La fe de los pobres no mueve montañas” dice Fernando Contreras, y parece que un Campeonato Mundial no puede hacer que un pueblo recobre la esperanza, como rezan los carteles publicitarios. Después de todo el premio va para los peces grandes y gordos mientras que los tiburones devoran a los pequeños e indefensos.
Es frío y cruel para los fanáticos del futbol cuando nos damos cuenta de cómo fuimos usados. El fantasma neoliberal que azota al mundo busca cualquier momento para encadenarnos y así estafarnos para luego vomitar miseria. Nuestra necesidad de buscar una droga que nos borre un planeta casi al borde del abismo encalló en un evento deportivo que robo nuestros suspiros para dejarnos indefensos ante la gran avaricia de las corporaciones (hasta Shakira sacó provecho con su horrible canción). Este enema corporativo demostró que no somos más que herramientas para incrementar la riqueza de un grupo reducido. Este Mundial fue una guerra que arrasó con la inocencia del consumidor, masacró el derecho de bienestar de un pueblo entero, mutiló la posibilidad de progreso de muchos y tuvo como ganador a las empresas que ahora intentan imponer un régimen totalitario en el planeta. ¡Hubiera sido más fácil e inofensivo fumarse un porro de marihuana!
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