miércoles, 17 de noviembre de 2010

Las fronteras de la razón


La situación que se está viviendo en la zona limítrofe de Nicaragua y Costa Rica ha desembocado en una crisis que parece demostrar que la razón también tiene sus fronteras. Los gobiernos de ambos países han utilizado este conflicto como medio para justificar sus intereses, creando así un ambiente de tensión que, con ayuda de la prensa, ha producido en la población de las dos naciones conductas xenofóbicas. Esta diferencia debió haber sido manejada por los dos gobiernos de una manera sensata y razonable, no de una forma que se llegue hasta insinuar la guerra.

Para comprender este conflicto debemos obviar los extravagantes adjetivos que utilizaron los diferentes medios de comunicación. El pasado 21 de octubre el gobierno costarricense acusó a Nicaragua de afectar territorio nacional, específicamente en la parte de la isla Calero, en las obras del dragado del río San Juan, un día después un contingente de la policía fue a la zona y levantaron una bandera de Costa Rica. El gobierno de Managua mandó un cuerpo del ejército a la zona alegando luchar contra el narcotráfico y argumentó que los trabajos se estaban realizando en el lado nicaragüense. El encargado de los trabajos Edén Pastora, un ex guerrillero revolucionario/ recluta de la Contra de dudosa reputación, alegó que según un mapa de Google esa zona era territorio nicaragüense. El ejército nicaragüense, entonces, decidió poner su bandera en la isla. Costa Rica prosiguió a denunciar el acto ante la OEA y a partir de allí, ser armó un completo circo.

Es cierto que Costa Rica debía defender su territorio; sin embargo, no de una forma retadora y casi bélica, olvidando la tradición de paz que caracteriza al país. El presidente nicaragüense Daniel, por otro lado, Ortega aprovechó la situación para declarar una “invasión al territorio” perfecta para su campaña de reelección en el 2011. Aunque tanto los mapas de Nicaragua como los de Costa Rica muestren la isla Calero como territorio costarricense, parece que Ortega le sacará la última gota al asunto, creando un juego político en beneficio propio.

Pero el gobierno de Laura Chinchilla no se queda atrás. Este conflicto ha servido para tapar la lucha contra el medio ambiente de la presidenta, que se dejó de hablar por la situación de “peligro en la frontera”. También ha significado una fabulosa oportunidad perfecta para justificar la presencia de militares estadounidenses en el Caribe, creando la oportunidad de cambiar el discurso nuevamente ahora en pro de la defensa de la soberanía nacional; es decir, la situación vivida en la frontera ha servido para que el pueblo se “una contra el enemigo” y olvide así todos los fracasos de la administración. Resulta evidente que los dos gobiernos han sabido sacarle provecho al pastel fronterizo.

En las dos naciones ha emergido un sentimiento nacionalista que ha llegado a convertirse en brotes xenofóbicos. Los grupos y mensajes creados en las diferentes redes sociales son muestras de cómo se infunde el odio sin ninguna razón, llegando hasta el punto que muchas personas han empezado a utilizar la lamentable muerte de un nicaragüense en las garras de un perro Rottweiler acaecida en el 2006 como consigna para luchar contra “la amenaza nica”. Incluso un telenoticiero forró todo su set de banderas tricolores de un día para otro. Este nacionalismo ha despertado un sentimiento bélico en la población costarricense sin precedentes, muchos grupos han manifestado su deseo por “irle a volar balas a los nicas” o incluso a convocar un referéndum para la creación de un ejército. “Hay que ver qué pasa con esos malditos nicas” he escuchado decir en la calle, como si ahora no fuéramos tan pacíficos como la mayoría del mundo piensa.

El conflicto ha llegado a parecer un espectáculo de burdel. El canciller nicaragüense llamando a Costa Rica el “imperio costarricense”, Ortega amenazando con salirse de la OEA, grupos costarricenses apoderándose del discurso de “Juanito” Mora para salir a las armas; todo indica que ambos países tenían la necesidad de iniciar una situación bélica. El punto cúspide de esta “comedia” llegó con la petición de Laura Chinchilla a Canadá de ayuda militar. Esta petición no es fortuita, sólo tenemos que recordar que la empresa a cargo de Crucitas es canadiense; con una situación tan volátil cómo la que se está viviendo con el tema de la minería, le resultaría muy provechoso a Chinchilla tener un ejército canadiense que pudiera “matar dos pájaros de un tiro”.

La discrepancia entre Costa Rica y Nicaragua se ha convertido en un juego político sin precedentes. El gobierno de Ortega y el de Chinchilla están utilizando esta situación como una “cortina de humo” (en propias palabras de Pastora) para ocultar su intereses. La actitud bélica que han adoptado los pueblos nicaragüense y costarricense resulta preocupante, una guerra es lo que menos le serviría a las dos naciones, ojalá todo esto se quede en las redes sociales y no pase a más. Lo que sí es verdaderamente lamentable es cómo el terrible suceso entre el perro Rottweiler y el nicaragüense Natividad Canda quedó en la mente de los costarricenses y ahora sale a relucir en burlas hacia el país vecino. Espero que todo se resuelva de una manera diplomática y que los gobernantes empiecen a entender que no se debe propiciar un conflicto para lograr sus intereses.

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