domingo, 6 de junio de 2010

Antes de quemar un recuerdo


Las palabras son universos enteros que conjugan imágenes, sensaciones y espacios. Su poder creador es comparable al de una deidad ya que han sido las encargadas de construir los deseos humanos más sublimes, de sustentar las imaginaciones más vastas y de perpetuar la existencia del hombre en el mundo. Una sola palabra puede superar el trabajo de cualquier arquitecto, sus cimientos son más sólidos que cualquier material, forma estructuras que perdurarán siglos, y sus composiciones seducen a la eternidad para robarle un rincón dentro de sus entrañas. El poder de una palabra no se puede comparar con el de cualquier líder político o religioso, debido a que se burla del tiempo y juega con las estrellas a crear y cambiar mundos, el poder de la palabra reside en el instinto humano del deseo. Necesito aclarar que debo utilizar palabras para que sean el medio por el cual pueda quemar un recuerdo que ha estado destruyendo mi interior desde hace mucho, necesito exorcizar de mi alma las, ya lejanas, experiencias que experimenté por trece largos años en un burdo centro penitenciario que se atreve a llevar el nombre de “colegio”, quiero olvidar esa patética etapa de mi vida para siempre.

Un centro educativo debe ser el medio que garantice el desarrollo de cualquier sociedad (señal que muestra la decadencia de nuestra sociedad) pero cuando un elemento religioso se inmiscuye en él, el carácter educativo es forzosamente reemplazado por el adoctrinamiento del estudiantado. Como siempre, la religión es tan sólo una herramienta para ganar súbditos que propicien los intereses económicos de cierto grupo. Mi mayor vergüenza es decir que estudie en un colegio de esta calaña, donde se presumía de “excelencia académica”, olvidando que todo sistema educativo debe tener bases humanistas – y no religiosas- para que pueda ostentar el título de “excelente” o por lo menos de “preciso”. Me duele recordar como desperdicié un largo periodo de tiempo en un lugar donde se trata de esconder la verdad y reemplazarla por doctrinas falsas y huecas. Ya lo recuerda García Márquez haberlo leído de George Bernard Shaw: “desde muy pequeño tuve que dejar mi educación para ir a la escuela”.

La educación y la religión son elementos inmiscibles, pero esto parece no importar cuando un grupo quiere sacar ventajas económicas de la ignorancia del pueblo, no quiero contar las mentiras que me fueron dichas desde pequeño porque sé que llegan a una cifra de más de seis ceros. Mi colegio era administrado por una especie de “fraternidad” que había sido fundada por un visionario que había querido cambiar el punto de vista pedagógico de la época en que vivió, siendo esta visión tergiversada hace mucho tiempo por valores religiosos que sólo buscan el adiestramiento de seres humanos, mi educación consistió en seguir un sistema moral católico muy cuestionado y obsoleto (por dicha que ofrecí resistencia a seguirlo).

Algunos profesores empleados por este centro parecían que se mofaban del buen gusto hasta llegar al punto de que un viejo maloliente, estúpido y sin ningún tipo de autoridad criticaba la magna obra de Nietzsche y lo dejaba como un loco cualquiera, después de todo el loco era él ya que sólo alguien con algún tipo de daño cerebral puede proclamar tal idiotez. Debo mostrar mi agradecimiento a varios profesores que no quisieron seguir el “molde” y se dedicaron a darme una verdadera educación, esta gratificante disposición la veo reflejada en que uno de esos profesores fue elegido para desempeñar un gran puesto en una Institución de Educación Superior, le deseo lo mejor. La doctrina, a la que fui expuesto, promueve el odio hacia la propia raza humana ya que los principios de la moral cristiana, que eran enseñados como axiomas (gran carcajada), parecen sacados de un resentimiento inexplicable capaz de llevar discordia y enojo. Debo mencionar la visión unidireccional que este centro impartía: una única religión, una única salvación, una única filosofía, un único modo de vida, después de todo en cada clase había una imagen de un hombre que es imposible demostrar que verdaderamente existió. Estudié en un sistema educativo que estaba basado en un libro lleno de incongruencias, en las enseñanzas de un señor que no es posible comprobar su existencia históricamente y en las palabras tergiversadas de un desconocido fundador. ¿Es eso educación? ¡Mis cojones!

Tengo que subrayar el hecho de que en ese zoológico de naranjas mecánicas conocí a mis amigos del alma y también a compañeros que los recordaré toda mi vida, conocí a muchas personas de gran corazón pero lamentablemente la población estudiantil parece el ganado que espera su muerte en un matadero, están allí sin darse cuenta de que están siendo “amansados” para formar parte de un sistema que pretende crear seres autómatas que sigan sólo un modo de vida. Es de suma importancia notar que toda persona que disfrute ser educada en ese centro tiene problemas mentales, debería ser encerrada en el sanatorio de mayor seguridad que exista, no sé porque es tan difícil que un estudiante de allí abra los ojos y vea la realidad, cada quien labra su destino y parece que ser un robot sin alma es lo que está de moda.

Esa “institución” da la impresión de que “apoya el arte” (en este momento un fuerte deseo vomitivo invadió mi cuerpo) pero es esto una falacia tan grande como toda su ideología, las expresiones artísticas en ese centro son censuradas, “adaptadas” para los “padres de familia” (todo ser que permita la limitación del arte es un criminal), todo tiene que ser “aprobado” para que pueda realizarse. Esta es una fría señal de ignorancia hacia el arte, no comprenden que el arte es un medio para la elevación del alma humana, el humano se conecta consigo mismo cuando presencia una expresión artística, no quieren que el estudiantado sienta lo bello del arte ya que resulta peligroso debido a que este impulsa el pensamiento, y todo ser que ejecute una operación intelectual competente no puede soportar tal aberración. Sentí, en carne propia, como mis trabajos eran censurados, como se quebrantaba la libertad que todo artista debe amar, tuve que callar muchas veces porque no pensaba igual a las autoridades, observé como torturaban a los artistas. Así que allí no se apoya el arte, se promueve su muerte.

Ya es hora de que olvide esa experiencia traumática que fue el colegio, solo mantendré en mi memoria esos momentos que siempre estarán dentro de mi alma: las diabluras que hice con mis amigos, esas risas que nunca volverán jamás, las bromas que provocaban una sonrisa que se burlaba de la eternidad, ese viento que escupía nuestros rostros en los tiempos libres. Dice Fernando Contreras que “la memoria es una ramificación”, por eso decido cortar esas ásperas ramas que ocultan la intención de un adoctrinamiento católico nefasto. Renuncio a toda esa mitología católica que me intentaron enseñar, soy un hombre libre y creo en lo que quiero, me despido para siempre de esos pupitres que encerraron mi conciencia en prisiones de falsos ídolos. Albert Einstein decía que “educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”, por eso me preparo para seguir un nuevo camino donde las baldosas están hechas de conocimiento. Olvidaré para siempre esos intentos de acabar con mi libertad, las intenciones para acabar con mi buen entendimiento, los múltiples intentos de asesinato del arte, los intentos de defender una doctrina basada en el odio, el rencor y el capital, ¡Hasta nunca usurpadores de la cultura! Au Revoir.

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