Han pasado más de 75 años desde que Boris Karloff apareció en la gran pantalla como un monstruo que había sido creado por un científico loco, cuyo objetivo había sido jugar con las leyes naturales y crear vida. Aunque muchos intenten imponerle a esta cinta el adjetivo de “fantástica”, se debe hacer una distinción entre lo real y lo ficticio ya que hay momentos en que la cotidianeidad nos esconde ciertas percepciones que se encuentran ante nuestros ojos y no las logramos ver, como la fría similitud que hay entre un Monstruo y nuestra sociedad. Estamos sumergidos en una sociedad artificial, en la que nosotros mismos hemos interpretado el papel de un científico obsesionado, que ha construido una creatura la cual ya no puede controlar, somos los verdaderos responsables del estado de esta putrefacción que llamamos “Sociedad”, esto debido a que no nos hemos atrevido a llevar a cabo una verdadera revolución para cambiarla, nos limitamos a ser simples observadores y nos damos el derecho de reclamar. Este Monstruo (seguiré llamándole así a la sociedad) ha sido formado de órganos pestilentes de un cementerio de miseria, angustia y poder, y un rayo proveniente de las tormentas de la demencia le ha brindado la facultad de caminar y respirar; una bestia sedienta de dinero que arrasa con todo a su alcance. Esta vez Prometeo le ha regalado a la humanidad una herramienta para su aniquilación.
La espina dorsal de este Monstruo está compuesta por un nocivo capitalismo ligado al materialismo, el dinero es el gran dios al que hay que seguir, todo se hace por él, el único fin es lograr grandes utilidades sin importar el medio, el único interés de las personas es tener poder adquisitivo para poder “lucir” lo que se tiene, cada persona es lo que tiene. El capitalismo es un gran virus que infecta las conciencias de las personas y nos lleva al materialismo social que reina hoy en día, este ha desnaturalizado los valores humanos, ya que todo se basa en tener una imagen para mostrar, sin importar que tan hueco seamos por dentro. El patriarcado también forma parte de este Monstruo, es lamentable cómo en pleno siglo XXI todavía estamos atados a sistemas patriarcales, la educación que se le brinda a los niños presenta inclinaciones machistas que dañan todo sentimiento de equidad de género, los medios de comunicación denigran a la mujer y el poder todavía sigue siendo para los “Machos Alfa”. A pesar de un sin número de esfuerzos la equidad de género es tan sólo una ilusión, nuestro sistema fue creado por hombres adictos al poder y seguirá así si no proponemos un verdadero cambio. Las mujeres que ostentan un “cargo de poder” son controladas por grupos que sólo luchan por sus intereses, la abolición del machismo es tan solo una fantasía gracias a que muchas mujeres se sienten cómodas en un sistema que reprime todo su potencial. Este mundo es controlado por un grupo de hombres cuyo objetivo es acceder al poder para no dejarlo nunca, el poder es una droga.
Se ha desarrollado, colateralmente con el crecimiento de este Monstruo, un horrible culto a la monstruosidad, los medios arman todo un espectáculo con esto y han sido los encargados de propagarlo. Hay una mórbida fascinación por la violencia y la sangre, parecemos una tribu de caníbales que se alimenta del sufrimiento humano, le regalamos una sonrisa al televisor cada vez que vemos la noticia de una violación y nos resistimos a hacer algo al respecto, debo señalar que encuentro más humanidad en la tribu de los antropófagos. La cabeza de este Monstruo está hecha de ese germen que llamamos religión, esta ha sido la encargada de cegarnos para que se aprovechen de nosotros. Es curioso observar cómo la religión siempre ha ido paralela a la política, demostrando el mecanismo de control que es, dicta una doctrina para amansar a las masas, la “salvación” es tan sólo un código de barras que para poder comprar se debe pagar un gran precio. La figura más representativa de la cultura occidental, Jesús, es un Frankenstein que ha sido construido bajo los intereses de grupos que sólo buscan beneficios económicos y sus arquitectos han sido los sumos pontífices de la avaricia y la lujuria. La religión es un arma más poderosa que un centenar de arsenales juntos ya que puede cambiar la moral de un individuo y lo hace vulnerable para que pueda ser controlado. Este Monstruo se ha convertido en todo un Titán.
Pero debo recalcar la característica licantrópica que posee este Monstruo. Para la clase adinerada, este Monstruo es un hombre ejecutivo que responde a sus intereses, ayuda a que los empresarios consigan lo que quieran, sirve a la causa de “tener cada vez más” y es un perfecto modelo a seguir. Sin embargo, para el resto del mundo este Monstruo es un lobo feroz que aniquila sin tregua, las personas sin dinero tienen que lidiar con esta Bestia cada vez que su salario no es suficiente para pagar las facturas, cada vez que sus hijos se enferman y no pueden pagar las medicinas, cada vez que ven sus sueños despedazarse frente a un monumento dedicado a los caídos. Los intereses económicos prevalecen frente a todas las cosas y los medios se han convertido en un modo para domar al pueblo, cada día muestran sólo las noticias que va a beneficiar a sus accionistas, dejando a la conciencia colectiva en un estado senil. Esto me recuerda una frase de Rousseau: “no hay forma más perfecta de sumisión que aquella que conserva la apariencia de libertad”. Después de todo, parece que en este mundo hay más esclavos que hombres libres.
El culto a este Monstruo se lo hemos dado nosotros, somos la causa de que siga viviendo y de su crecimiento demoledor. Los ritos para este culto han sido el silencio de las personas y la falta de convicción. El cambio está en nosotros, primero cada uno tiene que cambiar por sí mismo para tener una herramienta que facilite la desaparición de este Monstruo. Los monstruos, al igual que los dioses, viven mientras se crea en ellos. Pero hay que tener cuidado pues el molino en llamas que puede acabar con este Monstruo puede acabar con nosotros también.
Muy interesante su punto de vista.
ResponderEliminarHay que considerar que el monstruo (no solo Frankenstein) es polisémico por sus efectos simbólicos y emocionales, así como por sus orígenes en el terreno psicosocial.
Me ocupé del tema con cierta generosidad conceptual en mi libro LO MONSTRUOSO Y LO BELLO, publicado por la Editorial de la UCR.
Por curiosidad
ResponderEliminarincluyo aquí el inicio el Prologo de LO MONSTRUOSO Y LO BELLO (pág. 19 sig.):
Cuando el sueño de la razón
produce monstruos
(variaciones sobre la zoología del mal)
El mal, animales extraños, vida sucia: el monstruo reina hoy sobre los hombres y sobre el placer, obsesivo y contradictorio, fantasma del sueño, cuando el sueño de la razón produce monstruos y cuando no. Seducción del caos, lo monstruoso imaginario revienta por todas partes, permea la escritura, fluye por las antenas de televisión como sangre enigmática.
Modernidad sobrecargada, exageración, paroxismo de formas y metamorfosis, atrocidad barroca, el monstruo suscita, sin embargo, la seducción de la belleza, igual que la publicidad, y se entreteje con las artes, con la ética de las costumbres, con el psiquismo de la angustia. El monstruo es sorpresivo, crea espacios de asco, desmesura, imprevisión y desorden. Es muerte, ausencia de simetría, sinrazón, ruptura del yo. El monstruo invade la tierra, es una amenaza y la infesta, pero también la salva: su fantasía es catastrófica y redentora.
Desde antiguo, el bestiarium puebla el psiquismo imaginario. El sentido del monstruo es algo oscuro y seductor como los sueños y, en su explicación más antigua, depende de los dioses. El monstruo actual, en cambio, fiel sólo en parte al sentido antiguo, parece adquirir vitalidad nueva y persistente, como si algo lo hubiera destinado a ser una señal atormentada de nuestro tiempo y de nuestra realidad histórica inmediata. Por ello, en las reflexiones que siguen, será preciso indagar y tratar de responder, entre otras cosas, si las obsesiones imaginarias transvasan (y, paradójicamente, enmascaran) algún enigma, cierta clave relativa, sobre todo, a los aparatos de la producción cultural, pero también a los consumidores y a sus pasiones. ¿Será muy aventurado presumir que ciertos procesos históricos y emocionales se anuncian con fantasías bestiales, para evitar hacerlo en persona?
La autopercepción suele ser engañosa...