jueves, 16 de septiembre de 2010

Sucedáneo de libertad


-¿Es cierto que venís de un país libre?- recuerdo que me preguntaste.

¿Cómo sería capaz de quitarte esa tonta ilusión? ¿Sería acaso yo tan despiadado de arrebatar una idea tan infeliz que inunda el corazón de mis compatriotas? Tenía que hacerlo. Había huido hace mucho de esa tierra; los recuerdos habían prácticamente desaparecido pero nunca dejaría de recordar porque me fui.

-No sé que será la libertad- te dije- pero estoy seguro que de donde vengo no la hay. En mi país vivimos de acuerdo a lo que las grandes potencias nos dictan, seguimos esas disposiciones sin preguntarnos nada, sin preguntarnos por qué lo hacemos, sin preguntarnos por qué los necesitamos a ellos. Muchas personas piensan que es lo correcto pero yo difiero de ellas. Muchas personas piensan que es algo inevitable, que se debe hacer, pero yo difiero de ellas. Muchas personas me llaman “revolucionario”, “descarriado”, “comunista”, cuando digo esto pero yo difiero de ellas. Mi himno reza: “Vivan siempre el trabajo y lo Paz”, debo confesar que lo detesto. ¿Por qué es importante el trabajo? Nunca entendí como trabajar toda la vida, hasta morir, puede tener algo de paz; es una vieja historia pero gracias a esa idea del “trabajo” fuimos y seremos explotados. En mi país estamos atados a la neurosis del dinero, cruel verdad. “Sos lo que tenés”, ese es el único precepto que se sigue; no hay humanidad ni mucho menos tolerancia, eso es para perdedores. Bajo la sombra de una cruz nos han estafado. Mucho dinero se ha perdido, la inocencia de muchos niños se ha tirado al caño y mis compatriotas siguen escuchando a esos criminales, todo porque se encuentran bajo la sombra de una cruz. Mi pueblo hace alarde de ser “pacífico” pero no encuentro nada “pacífico” el hecho de que se quiera votar si un grupo minoritario merece tener derechos. Nunca he conocido la paz pero pienso que eso es odio e ignorancia. En mi país celebramos la independencia porque nos dicen que lo hagamos, no nos ponemos a pensar si de verdad somos libres, creemos todo lo que nos dicen, es por eso que huí de allí. No sé qué será libertad pero si sé que mi país se encuentra sumido en la esclavitud, y el pueblo no lo sabe. La mayoría de las personas se molestan cuando digo esto; sin embargo es lo que siento.

Me miraste con esa sonrisa infinita y me besaste. Ese fue el único consuelo que pudo tener un exiliado costarricense que no soporta tomarse ese sucedáneo de libertad que le recetan cada 15 de septiembre.

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