viernes, 27 de agosto de 2010

¿Santificado sea tu Nombre?


Basado en hechos reales


El sol se disponía a jugar otra partida de cartas con el pesado hedor que ese tercer planeta con tintes verdeazulados emitía constantemente. Esperaba que el azar lo dejara disfrutar de esos orgasmos imprevistos que sólo un pueblo extinto puede producir. Ese horrible tedio que le producía ver siempre las mismas masas planetarias moverse alrededor suyo lo había llevado a dejar de creer en un dios omnipotente y todopoderoso, se había convertido en una estrella atea de grandes dimensiones. Ese mismo día, mientras un astro intentaba perder (o ganar) tiempo, recibí una insólita visita en mi casa. Me disponía a sacar la basura cuando detecté un automóvil invasor que pretendía adueñarse del asfalto que copulaba con la entrada de hogar. Un auto último modelo mató el poco silencio citadino que quedaba para darle cabida a que su motor rugiera como un antiguo espartano, sus llantas emitieron un profundo chirrido hasta frenar en seco para que una figura saliera de sus intestinos. Un pequeño hombre de aspecto repugnante (algo tenía que me recordaba a Mussolini) puso un pie en mi jardín, miro a su alrededor como si fuera el rey del mundo y me sonrió como si debiera hacerle una reverencia. Su ropa fina y su estilo de mafioso empedernido daban la sensación de que él era un gran empresario, de esos que no dudan ni un segundo en arrasar una selva virgen por verdes beneficios, de esos que no dudan en desalojar a su propia madre por falta de pago de la mensualidad. Entró a mi casa y enseguida se dispuso a poner un cáliz, una vieja manta color púrpura y un crucifijo sobre la mesa del comedor, emitió una especie de conjuro que no entendí y cuando me pude dar cuenta, toda mi familia estaba sentada al frente de él. Sí, era un sacerdote. Termino su extraño ritual, que fue interrumpido eficazmente por los fuertes y bellos alaridos de mi primito, y se introdujo de nuevo en el sistema digestivo de aquella bestia recién comprada. No entendí porque un hombre que dice trabajar para Cristo tenía tantos lujos, ¿acaso la vida cristiana significa tener poder y dinero? ¿Por qué la gente le guardaba respeto a ese ser? ¿No deberíamos tenerle asco? Fue allí cuando entendí porque algunas personas creen en Dios: para aprovecharse de los débiles y hacerse millonarios. Espero que no vuelva a entrar un hombre de sotana a mi casa, porque tendré que pagar un exorcismo, y para los exorcismos se ocupan sacerdotes.

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